Publicada en
1953 y merecedora en 1958 del premio Akatanawa, la novela corta de Kenzaburo Oé
narra la historia de un niño habitante de un pequeño poblado japonés, durante
la Segunda Guerra Mundial, cuya vida se transforma en el momento en que un
avión del ejército norteamericano se estrella en un bosque cercano. El piloto,
un soldado negro inmenso, sobrevive y es apresado por los habitantes del pueblo
y encadenado en el sótano del joven que cuenta la historia. El narrador se
convierte en el custodio del negro y es admirado por los niños de la aldea por
ser el único merecedor de interactuar con el cautivo.
“La presa” es una novela corta de
exquisita precisión, la delicadeza de la pluma de Oé es capaz de retratar con
crudeza los eventos que suceden con una tranquilidad que se acerca a lo
sagrado. El negro, ―el otro―, ocupa el lugar de lo sagrado. Su virilidad casi
animal se convierte en objeto de culto en la aldea, así como el fuerte hedor
que despide su piel es una cualidad casi divina, un atributo que lo diferencia
de los demás habitantes. Oé es pertinente en su estilo al retratar los eventos
que se despiertan en la aldea con la llegada del negro. La crudeza y la
mitificación de lo deforme, de lo que se sale de la normativa, juegan un papel central en la obra.
La novela de Oé es un excelente recorrido
sensorial, un eficaz juego entre lo sagrado y lo animal, una virtud en la
apreciación del escritor. La novela recrea vívidamente el poblado en el que
creció el autor a la vez que da cuenta de los oscuros sucesos que se
desencadenaron en Japón una vez estalló la Segunda Guerra Mundial. El negro de “La
presa” es un ser anormal en el escenario en que se encuentra y, por tanto, se
le eleva a la calidad de dios. Una excelente novela de corta extensión para
leer con avidez.
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