martes, 26 de junio de 2012

The Wolves in The Walls



“If the wolves come out of the walls, then it’s all over.”

Escrito por Neil Gaiman (Coraline, The Sandman, Stardust) e ilustrado por Dave Mckean (Cages, The Sandman, Voodoo Lounge), cuenta la historia de Lucy, una niña que está segura de escuchar lobos moverse dentro de las paredes de su casa, pero cuya familia rechaza sus temores, desmintiendo la existencia de lobos dentro de las paredes y atribuyendo tales ruidos a roedores, típicos de las casas antiguas. Cuando los lobos por fin salen de las paredes y se toman la casa, la familia de Lucy tendrá que decidir entre abandonar todo lo que construyeron o luchar por preservarlo.
            The Wolves in the Walls toca temas sensibles a la infancia: la truncada relación entre padres e hijos, el dilema al que se enfrenta cada niño al cuestionar a sus figuras de autoridad y el rechazo del mundo adulto por el de la infancia, son algunos de ellos. El texto de Gaiman es sencillo y preciso para la narrativa infantil y permite un desarrollo agradable de la historia, así mismo, las ilustraciones de McKean son ricas en detalle y presentan una propuesta estética interesante, alejada de la ilustración para niños tradicional y acercándose a un estilo más cercado a la ilustración de las novelas gráficas. McKean combina acertadamente técnicas de ilustración tradicionales con el uso de la fotografía digital y las imágenes diseñadas digitalmente.
            The Wolves in the Walls ha sido alabado desde el 2003 por sus méritos tanto estilísticos como narrativos. Ha sido adaptado como un musical, en el que el propio Gaiman colaboró como compositor de algunas letras, y ha recibido varios premios, entre los que se cuentan el IRA/CBC Children's Choice award de 2004 o el British Science Fiction Association award for Short Fiction de 2003. Para los adeptos de la narrativa infantil el trabajo conjunto de Gaiman y Mckean no puede pasar desapercibido, pues éste es un libro ilustrado como ningún otro. 

martes, 19 de junio de 2012

Sopa de miso


“Todos eran así, no vivían de verdad
ni cuando estaban vivos.”

Kenji.

Ryu Murakami, mereció en 1999 por esta novela el premio Yomiuri Literary Award, precedido por Kenzaburo Oe. La novela, de 1998, trata de tres atropelladas noches que le suceden a Kenji, un guía de la vida nocturna japonesa, en compañía de Frank, un gaijin  (extranjero o persona no japonesa) proveniente de los Estados Unidos. La historia sucede entre los clubes nocturnos de Kabuki-cho, el distrito sexual de la ciudad. A medida que va pasando el tiempo Kenji se dará cuenta de que el extranjero que ha contratado sus servicios es un ser extraño, frío, casi deshumanizado y de indeterminadas características. A lo largo de la novela Kenji irá relacionando la presencia de Frank en la ciudad con una serie de crímenes violentos que han venido sucediendo.
            La novela explora las extrañas relaciones entre la cultura japonesa contemporánea con Estados Unidos, la manera en que la primera emula a la segunda sin un entendimiento cabal de sus lógicas, la necesidad de escapar de los japoneses hacia la tierra de Robert De Niro para poder comprar tennis marca Nike; además del profundo respeto que le despierta, a su vez, la cultura japonesa al extraño norteamericano.
            “Sopa de miso” maneja acertadamente la tensión del horror psicológico con la estructura del thriller, referenciando no gratuitamente al clásico de Thomas Harris, The silence of the lambs. La tensión entre ambos géneros es manejada con precisión y estilo por el autor quien, como su homónimo Haruki Murakami, ha sabido conquistar a la crítica de occidente con sus narraciones envolventes y prosa pulcra, coherente en todo momento con el registro del narrador, el joven guía de la vida nocturna, Kenji, quien tan solo cuenta con veinte años. 

miércoles, 6 de junio de 2012

Matadero cinco




He visitado treinta y un planetas habitados del universo.

(…) sólo en la Tierra se habla de <<libre albedrío>>.




Publicada en 1969, la novela más emblemática del norteamericano Kurt Vonnegut, se mueve entre la ciencia-ficción, el humor negro, la narrativa de guerra y la meta ficción. En ella un narrador registra los sucesos que determinaron la existencia de Billy Pilgrim, un optómetra ex veterano de la Segunda Guerra Mundial. Billy es un personaje por fuera del tiempo, lo mismo puede vivir el presente como viajar al futuro, o revivir sucesos de su pasado. La historia intercala las experiencias de Billy en la guerra, en su vida diaria y en el zoológico donde vivió recluido por una raza alienígena, los habitantes de Trafalmadore.
            La novela explora los temas del destino, el libre albedrío y la ilógica naturaleza del comportamiento humano. Valiéndose de un fino sentido de la ironía, una trama envolvente y un lenguaje eficaz y fluido, Vonnegut construye una excelente novela que resulta difícil de catalogar dada la amplia variedad de temas de los que se ocupa. Registra de una manera sorprendente las vicisitudes que atraviesa Billy a lo largo de su atemporal existencia. Éstas experiencias, no obstante, son recibidas por el optómetra como llegan puesto que ha aprendido en Trafalmadore que la existencia es eterna: el tiempo es simultaneo y si se muere en un momento se existe en otro.
            “Matadero cinco” ha divertido por más de cincuenta años a sus lectores y se ha convertido en una novela icónica de la juventud norteamericana. La novela ocupa el puesto número 18 en el escalafón de las más grandes novelas de lengua inglesa de la “Modern Library” y, seguramente, será respetada y aclamada por más lectores por un largo período de tiempo. Divertida, rápida y dinámica, “Matadero cinco” no puede dejarse pasar de largo por los amantes de la ciencia-ficción, así como de la narrativa de guerra.

martes, 5 de junio de 2012

Elegía para un insomne



“No busques en mí otra ficción.
Más allá de estas palabras yo no existo.”

Una voz

La ópera prima de María Mercedes Andrade, publicada en el 2007, elude toda verdad. La construcción literaria son dos voces que apelan a un tú encerrado en el hermetismo del silencio. El significado, la certeza, el cuerpo del texto se trenza y se destrenza. Las construcciones se tambalean como un castillo de naipes. No hay nada más allá después del texto escrito. Ni siquiera las voces que hablan, ni siquiera las palabras pueden aprehender un significado siempre esquivo.
            “Elegía para un insomne” es una apuesta por constituir que las palabras sólo pueden establecer un cuerpo escrito. No hay rostros salvo aquellos maquillados, salvo aquellos que usan la misma máscara empolvada y vieja. El lenguaje es, entonces, un disfraz; un "laberinto de significados de fuerte potencial alegórico". El lenguaje es una excusa para privar a la palabra misma de significado, o revestirla de un millar de ellos, que viene a ser lo mismo.
            La novela de Andrade se vale de una tradición, de un canon literario, para escapar de ellos. Para escapar de todo sentido. El lenguaje eficaz, bello, prístino es un artificio para engañar al lector. Las pistas que da llevan a callejones sin salida, al final del camino y, luego, el lector se encuentra desnudo de la historia, sin saber con certeza qué quiere decir la autora. La novela es un cuerpo que se anula, que se desbarata en función de ese tú que escucha y calla. De ese yo que bien podría ser otra quimera, una vuelta de tuerca más de la autora. “Elegía para un insomne” resulta en una genialidad. Pese a su brevedad el contenido es conciso, un cuerpo cerrado que de cualquier manera no es hermético: por entre sus intersticios se escapa más de una certeza, quizás y sea la falta de certeza alguna. 

Los ojos azules pelo negro



—Es cierto que soy responsable de este estado astral
de mi sexo al ritmo lunar y sangrante. Ante usted igual que ante el mar.
Ella




La novela corta de Marguerite Duras es, como en anteriores proyectos, una aproximación al erotismo y al deseo que éste esconde. Una pareja de identidad desconocida se refugia en la casa del hombre para dormir y verse dormir. No sabemos mucho de ellos salvo que son hermosos y están solos. Un contrato que ambos han firmado los obliga a verse todas las noches en una habitación desnuda, donde como mobiliario sólo está un juego de sábanas blancas y una luz amarilla, donde ella a veces se desnuda para el.
            Los une el mismo deseo a un extranjero que han visto, de ojos azules pelo negro, y la palabra locura que remplaza al deseo homosexual latente del hombre que la ve dormir a ella. Entre la dramaturgia y la prosa, la novela de Duras se empecina en un fino lenguaje poético que establece el ritmo de la ficción erótica. No obstante la novela comete el crimen del sentimentalismo. Sus personajes lacrimosos son más emoción que carne y, por tanto, resulta complejo el proceso de identificación con ellos. Resultan, en ocasiones, un mero artificio para dar pie a las complejas reflexiones de Duras sobre la sexualidad, la vida y la muerte.
            El motivo del mar como un escenario donde se desarrollan la vida y la muerte se encuentra presente a lo largo de las páginas de la literatura francesa contemporánea (Bataille, Blanchot, Robbe-Grillet) y es celebrada, una vez más, por Duras. Si bien este libro es una suerte de continuación de “El mal de la muerte”, el acierto de la francesa se encuentra en la hibridación de los géneros, esa frontera nebulosa entre la dramaturgia y la prosa que el primero no tenía. Resulta en una aproximación interesante al erotismo, una herramienta muy útil para entender la teoría de Bataille o Marcuse, además de una bella y conmovedora novela. 

Una cuestión personal


Según mi experiencia,
ningún sufrimiento es totalmente estéril.

Himiko.



Publicada en 1964, la novela de Kenzaburo Oé cuenta la historia de un profesor de una academia preuniversitaria, Bird, cuya  vida da un giro doloroso cuando se entera que su esposa ha dado a luz a un bebe con una deformidad craneana. Bird abordará la difícil prueba de decidir qué hacer con la criatura, a la que incluso es incapaz de nombrar (como el monstruo de Frankenstein), más cercana a la monstruosidad que a lo humano. Auxiliado por Himiko, una antigua compañera universitaria, Bird se hunde en el fango de su desesperación mientras los días pasan y su hijo se debate en la frontera entre la vida y la muerte.
            En “Una cuestión personal” Oé aborda, como ya había hecho en “La presa” y “Arrancad las semillas, fusilad a los niños”, el tema del otro. La monstruosa criatura que ha dado a luz la esposa de Bird está alienada de la sociedad. El temor radica, principalmente, en la incertidumbre de no saber si, tras realizada una difícil operación cefálica, el hijo de Bird pueda vivir una vida normal. Esto es, hablar, leer, pensar. Si bien el hijo podría llegar a tener una apariencia relativamente humana, no hay garantía de que pueda tener la capacidad de relacionarse con los otros, dejarlo vivir sería someterlo a estar alienado el resto de sus días.
            La novela de Oé, cercana a una experiencia autobiográfica, es un excelente retrato de la desesperación a la que puede llegar un hombre agobiado por los azares de la vida. Los abismos en los que Bird se deja caer motivado por el nacimiento de su hijo fenómeno, son explicados de una manera clara, perturbadoramente precisa y objetiva. “Una cuestión personal” es una buena evidencia de por qué Oé merecería el Premio Nobel treinta años después  de su publicación. En palabras de Yukio Mishima "La cúspide de la literatura japonesa actual hay que buscarla en Kenzaburo Oé".

Primero estaba el mar



Todo es putamente difícil y hermoso
J.


En la primera novela de Tomás González (1983), sobre el mar no hay luna. No obstante las estrellas son suficientes para iluminar la noche de sus personajes. Publicada por primera vez, de forma independiente, por El Goce Pagano, discoteca de salsa donde González trabajaba como bartender, “Primero estaba el mar” cuenta la historia de J. y Elena una pareja bohemia que, cansada de la vida en Medellín, decide irse a vivir a una isla, una suerte de paraíso tropical donde las ceibas y los manglares crecen inmensos en una selva inhóspita, vigilados siempre por el mar.
            Ese mar que, como dice J. en su diario, huele a manglar “el de Inglaterra es inodoro e insípido, este huele un poco a podrido, muerte y vida, lugar donde se conocen” es a la vez amigo y rival, a veces calmo y soleado, a veces bravo y violento. El mar es el protagonista de la infortunada historia de esta pareja que se afana por llegar a la ruina, entre largos tragos de aguardiente, o que no pudo dejar en la metrópoli su necesidad de ruido y destrucción. El caos se enreda como las raíces del manglar a la caótica pareja y, al final, no queda otra salida sino la muerte en la miseria.
            “Primero estaba el mar”, ópera prima de Tomás González es una excelente novela. De fácil lectura y trama envolvente, en ella se configura la voz del escritor antioqueño que luego alcanzaría éxitos a nivel internacional. No en vano Elfriede Jelinek, Premio Nobel 2004, escribió “Leyéndole tuve la sensación de que Tomás González es un escritor de mucha pureza”, como el mar cristalino la novela de González esconde, en sus profundidades, tormentas y naufragios en su aparente tranquilidad.