martes, 5 de junio de 2012

Primero estaba el mar



Todo es putamente difícil y hermoso
J.


En la primera novela de Tomás González (1983), sobre el mar no hay luna. No obstante las estrellas son suficientes para iluminar la noche de sus personajes. Publicada por primera vez, de forma independiente, por El Goce Pagano, discoteca de salsa donde González trabajaba como bartender, “Primero estaba el mar” cuenta la historia de J. y Elena una pareja bohemia que, cansada de la vida en Medellín, decide irse a vivir a una isla, una suerte de paraíso tropical donde las ceibas y los manglares crecen inmensos en una selva inhóspita, vigilados siempre por el mar.
            Ese mar que, como dice J. en su diario, huele a manglar “el de Inglaterra es inodoro e insípido, este huele un poco a podrido, muerte y vida, lugar donde se conocen” es a la vez amigo y rival, a veces calmo y soleado, a veces bravo y violento. El mar es el protagonista de la infortunada historia de esta pareja que se afana por llegar a la ruina, entre largos tragos de aguardiente, o que no pudo dejar en la metrópoli su necesidad de ruido y destrucción. El caos se enreda como las raíces del manglar a la caótica pareja y, al final, no queda otra salida sino la muerte en la miseria.
            “Primero estaba el mar”, ópera prima de Tomás González es una excelente novela. De fácil lectura y trama envolvente, en ella se configura la voz del escritor antioqueño que luego alcanzaría éxitos a nivel internacional. No en vano Elfriede Jelinek, Premio Nobel 2004, escribió “Leyéndole tuve la sensación de que Tomás González es un escritor de mucha pureza”, como el mar cristalino la novela de González esconde, en sus profundidades, tormentas y naufragios en su aparente tranquilidad.

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