“Todo es
putamente difícil y hermoso
J.
En la primera novela de Tomás González
(1983), sobre el mar no hay luna. No obstante las estrellas son suficientes
para iluminar la noche de sus personajes. Publicada por primera vez, de forma
independiente, por El Goce Pagano, discoteca de salsa donde González trabajaba
como bartender, “Primero estaba el
mar” cuenta la historia de J. y Elena una pareja bohemia que, cansada de la
vida en Medellín, decide irse a vivir a una isla, una suerte de paraíso
tropical donde las ceibas y los manglares crecen inmensos en una selva inhóspita,
vigilados siempre por el mar.
Ese
mar que, como dice J. en su diario, huele a manglar “el de Inglaterra es
inodoro e insípido, este huele un poco a podrido, muerte y vida, lugar donde se
conocen” es a la vez amigo y rival, a veces calmo y soleado, a veces bravo y
violento. El mar es el protagonista de la infortunada historia de esta pareja
que se afana por llegar a la ruina, entre largos tragos de aguardiente, o que
no pudo dejar en la metrópoli su necesidad de ruido y destrucción. El caos se
enreda como las raíces del manglar a la caótica pareja y, al final, no queda
otra salida sino la muerte en la miseria.
“Primero
estaba el mar”, ópera prima de Tomás González es una excelente novela. De fácil
lectura y trama envolvente, en ella se configura la voz del escritor antioqueño
que luego alcanzaría éxitos a nivel internacional. No en vano Elfriede Jelinek,
Premio Nobel 2004, escribió “Leyéndole tuve la sensación de que Tomás González
es un escritor de mucha pureza”, como el mar cristalino la novela de González
esconde, en sus profundidades, tormentas y naufragios en su aparente
tranquilidad.
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