lunes, 29 de abril de 2013

Lo que no tiene nombre


“Mi primera reacción después de la muerte de
Daniel ha sido tratar de comprender”



El último libro de Piedad Bonnett narra la historia verídica del suicidio de su hijo, partiendo del momento en que los sobrevivientes a la tragedia empacan los enseres del muerto en su apartamento en New York, para luego reconstruir la historia de la aparición y desarrollo de la esquizofrenia del joven que terminaría por llevarlo a tomar la decisión de acabar con su vida. Si bien la autora cataloga su libro como una obra de no ficción, resulta evidente que al enfrentarse con el libro el lector se encuentra con una riquísima obra de literatura.
            Quizás el rasgo más importante de la novela de Bonnett es que no se permite espacio para el melodrama y la exageración sensible. No es, en ningún caso, un frío cuadro de cirujano, ni mucho menos,  pero sí logra evitar los lugares comunes del duelo, el dolor, la miseria y la melancolía. Hay una consciencia narrativa clara y una necesidad poética que guían la narración sin rayar en lo cursi y por eso mismo logra conmover y mover cada una de las fibras del lector.
            Lo que no tiene nombre es una riquísima antología de hermosas reflexiones en torno al suicidio. La preocupación radica en el espacio vacío del cuerpo ausente, la fragancia propia del hijo en cada una de sus prendas una vez desaparecida su presencia de la tierra, en cada una de las huellas que evidencian su paso por este mundo. Bonnett ha escrito una excelente pieza de no ficción motivada por el afán de que el libro sirviera con un vehículo a su catarsis. No obstante, Lo que no tiene nombre funciona aún si fuese ficción, así el hijo de la poeta no hubiera acabado con su vida. Tal es el acierto de la pluma de Piedad Bonnett.
           
            

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