“The sky above the port was the color of television,
tuned to a dead channel.”
Publicada en
1984, la ópera prima de William Gibson constituye por sí misma y por una serie de
curiosidades suscitadas en rededor a su producción en una novela que inaugura
muchos aspectos. En primera instancia, Neuromancer
se convirtió tras su aparición en el más claro exponente de la literatura cyberpunk, esto es un subgénero que se
deriva de la ciencia ficción. En ella Case, un vaquero informativo con un
fuerte cuadro de toxicomanía, es contratado por un extraño cliente para que
lleve a cabo la más complicada estafa informática que hasta entonces se ha
visto. La novela fue la primera en ser galardonada con “la triple corona” de la
ciencia ficción (los premios Nebula, Philip K. Dick y Hugo) y desde entonces ha
sabido abrirse un lugar en la crítica contemporánea y en el corazón de sus
lectores no académicos.
Uno de los aspectos más inquietantes
de la novela es la aparición del ciberespacio, término acuñado por primera vez
por Gibson antes de la aparición del internet. Es a través de esta conexión que
las limitaciones de los cuerpos se desdibuja, volviendo la consciencia sobre un
gran recipiente informático donde ésta puede moverse con plena libertad, estar
conectada con las miles de personas que componen la red y, a través de la
consola, estar en todos los lugares sin estar en ninguno.
La novela de Gibson es agradable de
leer. Si bien a veces la trama es confusa por las acciones que se suceden con extrema
rapidez y los términos solamente existentes en el universo del libro, Neuromancer resulta en una inquietante
pieza de lectura. Gibson luego convertiría en la primera parte de una trilogía,
no obstante la novela funciona por sí misma, aunque deja deseando debido a su
interesante trama conocer más historias similares y acercarse al intrincado
mundo de pixeles de Gibson.
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