miércoles, 8 de mayo de 2013

Opio


“El opio permite saborear placeres sensuales
intensos y con frecuencia prohibidos”

Maxence Fermine es una de las jóvenes promesas de la literatura contemporánea. En Opio se da cuenta de las aventuras de Charles Stowe, un inglés aficionado al té que decide internarse en una travesía peligrosa por la China decimonónica en su afán por conocer los secretos de la aromática planta. Stowe se verá envuelto en una serie de percances relacionados con el tráfico del opio, droga que los ingleses habían protegido para lograr sus fines colonialistas y que había enfermado a la sociedad por sus efectos adictivos.
            La prosa de Fermine es pulcra, cuidadosa y, a veces, raya en lo aburrido. La novela toma mucho tiempo en desarrollar y plantear la atmosfera y el problema a trabajar. Esta larga anticipación resulta en un ejercicio logrado a medias pues, tras desenvolverse los eventos que conciernen a Stowe, la lectura resulta en una suerte de estafa. Fermine ha sido comparado Antoine de Saint-Exupéry, famoso autor de El Principito,  pero en realidad dista mucho de superar la riqueza poética detrás de lo aparentemente anecdótico. Así, Opio  resulta en un denso decálogo de aventuras que no ofrece mucho más ante los ojos de un lector medianamente versado.
            Opio quizás y no sea la obra más interesante de Maxence Fermine y a lo mejor no resulte concluyente juzgar a este autor con tan sólo esta lectura. En la novela se atisban elementos narrativos de una pluma capaz y precisa, mas al momento de desarrollarlos se queda en una historia intrépida y superficial. En efecto todos los elementos están dispuestos: el peligro, la seducción, el afán de sortear los obstáculos y conocer los secretos místicos detrás del té. Tristemente Fermine no logra desarrollarlos con eficacia y la novela corta resulta en una lectura ociosa, intrascendente y fácilmente olvidable o simplemente prescindible.

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