“El opio
permite saborear placeres sensuales
intensos
y con frecuencia prohibidos”
Maxence Fermine
es una de las jóvenes promesas de la literatura contemporánea. En Opio se da cuenta de las aventuras de
Charles Stowe, un inglés aficionado al té que decide internarse en una travesía
peligrosa por la China decimonónica en su afán por conocer los secretos de la
aromática planta. Stowe se verá envuelto en una serie de percances relacionados
con el tráfico del opio, droga que los ingleses habían protegido para lograr sus
fines colonialistas y que había enfermado a la sociedad por sus efectos
adictivos.
La prosa de Fermine es pulcra,
cuidadosa y, a veces, raya en lo aburrido. La novela toma mucho tiempo en
desarrollar y plantear la atmosfera y el problema a trabajar. Esta larga
anticipación resulta en un ejercicio logrado a medias pues, tras desenvolverse
los eventos que conciernen a Stowe, la lectura resulta en una suerte de estafa.
Fermine ha sido comparado Antoine de Saint-Exupéry, famoso autor de El Principito, pero en realidad dista mucho de superar la
riqueza poética detrás de lo aparentemente anecdótico. Así, Opio resulta en un denso decálogo de aventuras que
no ofrece mucho más ante los ojos de un lector medianamente versado.
Opio
quizás y no sea la obra más interesante de Maxence Fermine y a lo mejor no
resulte concluyente juzgar a este autor con tan sólo esta lectura. En la novela
se atisban elementos narrativos de una pluma capaz y precisa, mas al momento de
desarrollarlos se queda en una historia intrépida y superficial. En efecto
todos los elementos están dispuestos: el peligro, la seducción, el afán de
sortear los obstáculos y conocer los secretos místicos detrás del té.
Tristemente Fermine no logra desarrollarlos con eficacia y la novela corta resulta
en una lectura ociosa, intrascendente y fácilmente olvidable o simplemente
prescindible.
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